Una nueva meditación. Una meditación diferente y, en mi opinión, más bonita y especial.
En primer lugar, nos pusimos todos en círculo y realizamos un ejercicio de meditación. En este, debíamos imaginarnos a alguien, a un ser querido o a un conocido, y teníamos que colocarnos en frente de ellos y, posando lenta y suavemente nuestras manos en su cabeza, le deseábamos el bien.
En mi caso, yo imaginé a mi padre. Mi padre es una persona buena, generosa cariñosa y trabajadora, un modelo a seguir. Sé que mi padre daría todo por mi y por mis hermanos, se sacrifica diariamente para darnos la mejor vida posible, y siempre está a nuestro lado para ayudarnos. Me siento con confianza cuando estoy a su lado. Y por eso le quiero desear siempre el bien, porque se lo merece. Se merece lo mejor. Puede que yo no pueda hacer mucho por él, por eso me pareció tan bonito imaginar poner las manos sobre su cabeza y desearle el bien, pues es algo que yo puedo hacer para ayudarle.
Luego, después de este ejercicio, hicimos lo mismo, el mismo gesto con el mismo mensaje, el de desear el bien, con toda la clase. Resultó un gesto muy bonito, pues detrás de él se esconde un mensaje muy profundo, como el de desear el bien a los demás.
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