"Trabaja, trabaja, trabaja..." Estas palabras las escuchamos constantemente, de nuestros familiares, amigos o profesores, y más aún en estas épocas del año, donde los exámenes finales están a la vuelta de la esquina.
Sin embargo, en otras asignaturas, como la de religión, escuchamos unas palabras que, aunque en un principio puedan sonar semejantes, tienen un significado completamente diferente: "Trabájate, trabájate, trabájate..." Y es que ya somos lo suficientemente mayores para tomar nuestras propias decisiones, pero, a veces, damos la espalda a sus respectivas consecuencias. Sin embargo, a estas edades, debemos ser responsables de las consecuencias que tienen nuestros actos, sean estas positivas o negativas. Somos suficientemente mayores para distinguir si lo que vamos a hacer esta bien o mal, y debemos asumir todas sus repercusiones.
Además, debemos madurar, debemos aprender de nuestros errores y debemos ayudar siempre a los demás.
El Padre Rayo nos puso un ejemplo muy bonito de la madurez:
En un principio, cuando somos pequeños y estamos cenando en una mesa, toda la familia junta, y se acaba el agua, tu padre te dirá que vayas a por más. Entonces, te quejarás y protestarás y, después de una larga discusión, traerás, enfadado el agua.
Cuando somos un poco más mayores, tu padre te dirá que traigas más agua, pues se ha acabado, y tú, sin protestar en ningún momento, lo harás.
Sin embargo, cuando ya somos más mayores, nadie te dirá que tienes que ir a por el agua, pues tú mismo te darás cuenta de que se ha acabado e irás a por más.
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